Tiago y el equilibrio necesario

5 febrero 2010

Existe un cliché en el mundo del deporte aplicado tanto a jugadores como a equipos que dice que «es capaz de lo mejor y de lo peor«. Esta frase adquiere su caracter paradigmático cuando es aplicada al Atlético de Madrid, un equipo capaz de dejarse empatar en el último minuto varias veces, de perder 3-0 contra un equipo de Segunda y remontar en la vuelta para ganar 5-1, de ganar 0-4 en Valladolid  o caer derrotado en casa ante un equipo que lucha por no descender. Anoche tocó la versión buena y el Atlético puso pie y medio en la final de Copa al vapulear por 4-0 al Racing de Santander.

Los colchoneros se están mostrando esta temporada, además de como el equipo caótico de dos versiones, como un conjunto partido en dos. Por un lado la defensa y por otro el ataque. ¿Y el centro del campo? Pues no hay, o para ser más correctos, no existía. Assunçao es incapaz de asumir tareas creativas y Jurado no tiene la suficiente disciplina táctica como para jugar de centrocampista. Raúl García sigue sin mostrar las cualidades atisbadas en su etapa de Osasuna.
Este déficit ha sido subsanado por Tiago, fichaje invernal de los rojiblancos. El portugués ha cogido la manija del equipo con naturalidad y las cosas han cambiado. Tiago fomenta la presión de sus compañeros hacia los rivales, se situa a la perfección en el campo, lo que le permite robar bastantes balones, distribuye el esférico con criterio y tiene llegada al área contraria. Un todocampista que le está dando a su nuevo club parte de ese equilibrio tan necesario.

Quedan todavía varios agujeros por cubrir en este equipo. Aunque el debate de la portería parece estar finalizando en favor del canterano De Gea -a ver que decisión se toma respecto a Sergio Asenjo- y el medio del campo ya cuenta con un hombre capaz de otorgar seriedad a un equipo caótico, la defensa sigue siendo de chiste. El Atlético nunca será un club grande mientras no transmita una sensación de seguridad defensiva.


Más peso para el castillo de naipes

12 enero 2010

Ante todo, sinceridad. No voy a hablar extensamente sobre Salvio porque realmente nunca lo he visto jugar, así que lo único que puedo decir para empezar el post es lo que he podido leer estos días. El argentino fichado por el Atlético de Madrid no es un nuevo «Kun Agüero», no es un delantero centro puro sino un jugador de segunda línea con mucha llegada, que puede jugar tanto en los costados en posición de extremo como de mediapunta. Supongo que, como la mayoría de atacantes argentinos que dan el salto a España, tendrá una buena técnica, y su constitución me hace creer que se trata de un jugador con más olfato que fuerza.

Lo que me llama la atención es dónde puede encajar en el esquema de Quique Sánchez Flores. El técnico madrileño varía de un 4-2-3-1 y un 4-4-2, pero las posiciones que podría ocupar el flamante fichaje colchonero están, en mi opinión, bien cubiertas. Las bandas son ocupadas por Simao y Reyes, y me parece bastante absurdo quitar a alguno de ellos, sobre todo ahora que el sevillano está recuperando su mejor nivel. En caso de jugar con dos delanteros, Salvio no tendría hueco, y en caso de jugar con un mediapunta, esa posición siempre puede ser ocupada por Jurado. ¿Era necesario traer a un chico de 19 años sin la convicción de que va a disponer de minutos? Veremos cómo se las ingenia Quique.

El otro refuerzo del Atlético me parece más acertado. Es un mediocentro portugués -soy incapaz de no acordarme de Maniche al decir esto-, que viene a poner un poco de orden en el centro del campo rojiblanco. Tiago es capaz de hacer funcionar al Atlético, aunque veremos si el caos que es este equipo no lo engulle.
No puedo dejar de acordarme de la defensa. Por todos es sabido que es la línea más débil del Atlético de Madrid, y sin embargo el club no ha fichado a nadie para esas posiciones, al menos de momento. Y francamente, creo que es ahí donde radica el gran problema. De nada sirve fichar y fichar si los cimientos de este castillo de naipes que es el Atlético de Madrid no están correctamente asentados. Y hoy por hoy, distan mucho de estarlo.